“Quien busca, encuentra”
No me atrevería a hablar de «A pie descalzo» como una experiencia, sino como una vivencia hecha para buscar. Buscar a Dios. Y es verdad eso que dicen de que «quien busca, encuentra».
Con estas breves líneas no pretendo explicar qué es «A pie descalzo» -pues solo puede vivirse-sino sencillamente transmitir, en la medida en la que me lo permitan las palabras, un sentimiento: el de encontrar a Dios. Nada más llegar, sientes Su presencia. La sientes en las religiosas que te tienden su mano para acogerte. La sientes en sus cánticos matutinos acompañados del órgano. La sientes en cada uno de los compañeros que, como tú, han ido buscando y lo han encontrado todo.
Apenas dos días bastan para poder «descalzarte» y poner toda tu presencia en manos del Señor. Gracias a Él, además, pude descubrir quiénes eran Los Santos y que, para conocerlos, precisamente no hacía falta buscar en ninguna hagiografía, sino que bastaba con echar una mirada hacia el lado. Así es cómo aprendí que todos y cada uno de nosotros podemos llegar a ser los «santos de la puerta de al lado». Mirar hacia Dios basta.
Son muchos los aprendizajes que hemos adquirido en esos dos días. Sin duda mi favorito es que Dios llega sin avisar. Y es que cada uno de los que formamos parte de esta aventura llega con una mochila diferente llena de preocupaciones, miedo, incertidumbre, incluso angustia. Sin embargo, una vez que nos dejamos tocar por Él, esa mochila no solo se hizo menos pesada, sino que, además, pudimos crear unos vínculos inquebrantables.
Compartir es vivir, dicen y, en resumen, eso es lo que uno hace en «A pie descalzo».
Marina Caballero