Melilla, Iglesia que abraza al migrante y ejemplo de cultura del encuentro

Melilla, enclavada en el corazón de la región del Rif, alberga una población de 86.487 habitantes y presenta diversas particularidades fruto de su posición geográfica y de su historia, tanto en la composición de su población, como en su actividad económica y en su cultura, resultado de la convivencia de cristianos, musulmanes y judíos.

 Es parte de la frontera sur de la Unión Europea y junto con Ceuta y las islas Canarias, desde el siglo XIV-XV, mucho antes del establecimiento del reino de Marruecos en 1956, son parte del Estado español y pertenece a la diócesis de Málaga.

 Su posición geográfica, fronteriza con Marruecos, hace que sea un punto álgido de los movimientos migratorios entre África y Europa. Los migrantes procedentes del África subsahariana, que atraviesan el desierto en condiciones infrahumanas, acampan en el monte Gurugú, el punto más elevado de la península del cabo de Tres Forcas, parte de la sierra de Nador, en espera de encontrar una situación propicia para saltar la valla, frontera entre Melilla y Marruecos, soslayando a la policía fronteriza marroquí y española. También los marroquíes se aventuran a saltarla o se arriesgan a entrar en Melilla, bordeando a nado durante cinco horas la frontera entre Beni Ensar y Melilla. ¡Muchas veces sólo uno de los chicos que optan por esto, llegan con vida a Melilla y el resto se ahogan y, a veces el mar devuelve sus cuerpos!

 Los días 12 y 13 de mayo, una representación de la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Málaga, constituida por el Vicario Episcopal para la Acción Caritativa y Social, la delegada de Migraciones, un voluntario y la religiosa de la Asunción Magdalena Morales, visitamos Melilla para conocer de cerca la realidad del trabajo eclesial de acompañamiento a las personas migrantes en un contexto multicultural e interreligioso con características propias. Viajamos a la Ciudad Autónoma con el deseo de establecer contacto y trabajar junto a los distintos grupos que tratan de cerca la realidad de las personas forzadas a migrar.

 En Melilla, el equipo de Migraciones, hemos vivido el encuentro con comunidades y entidades diversas. El viernes 12 de mayo por la mañana, visitamos el Proyecto Alfa, que lleva la comunidad Fratelli (hermanos La Salle y Maristas) para la intervención socioeducativa, trabajando para cambiar la vida de más de ciento cincuenta mujeres musulmanas en situación de vulnerabilidad respetando y promoviendo sus derechos y dignidad.

 Esa tarde, la Delegación Diocesana de Migraciones y el vicario nos acercamos a conocer el trabajo de las religiosas de la Divina Infantita en su centro para menores migrantes, y el de las Hijas de la Caridad, que desarrollan talleres y realizan acogida y acompañamiento de jóvenes en situación de calle, que llegan nadando o habiendo saltado la valla. La jornada concluyó con la participación en la Eucaristía de la parroquia del Sagrado Corazón, que estuvo presidida por el vicario de la Acción Social.

 El sábado 13 de mayo, acompañamos la labor de las Hijas de María Inmaculada, las religiosas del Monte, que conviven y acompañan a mujeres e infancia en uno de los barrios de mayor marginación, pobreza, analfabetismo y con mayor presencia musulmana de la ciudad autónoma. También visitamos la asociación Geum Dodou, que acompaña y ayuda a las personas migrantes y refugiadas subsaharianas en situación de paso hacia la península.

 “Ha sido una experiencia muy enriquecedora” -cuenta Pilar Gallardo, delegada diocesana de Migraciones-. “Podemos estar pendientes de las noticias y saber de las actividades y proyectos eclesiales, pero hasta que no te acercas a la realidad y escuchas de primera mano, no puedes percibir todo el trabajo que se está haciendo y cuáles son las preocupaciones y problemas reales a los que hay que dar respuesta. Me ha llamado la atención la diversidad de carismas, cada uno respondiendo, desde su sensibilidad propia, a una realidad que sabemos compleja. Y, aunque haya sido solo un primer contacto, hemos podido ir "tomando nota" para concretar las prioridades de cara a un trabajo eclesial conjunto. Se ha hablado de la necesidad del acompañamiento personal, de ser familia, de atender sus necesidades básicas, pero también de incidir en sus derechos. De dar a conocer la realidad, de ofrecer testimonios, del deseo de encontrarnos, de coordinarnos como Iglesia, del trabajo en red. La verdad es que la Iglesia de Melilla tiene mucho que enseñarnos sobre la cultura del encuentro. Y no solo por la acción social y caritativa que llevan a cabo, sino por la misión evangelizadora de la Iglesia”.

 Han sido días de tomar contacto con una realidad emotiva y dolorosa. Una llamada al corazón, a la acción y a la conversión ¡pues sentíamos el corazón encogido!

 Para el Vicario de la Acción Caritativa y Social, “este viaje era una ilusión. Estaba deseando conocer el trabajo de la Iglesia en Melilla con la realidad de la migración, que allí se acentúa más por la especificidad de esta tierra. Hemos tenido la oportunidad de conocer de primera mano el trabajo que desde las distintas comunidades, congregaciones y organizaciones están llevando a cabo: una tarea grande, ingente en algunas ocasiones, como nos cuentan, y que para nosotros es una llamada de atención”.

 El día 24 de junio celebramos el primer aniversario de la masacre que hubo el año pasado con el salto a la valla y posterior muerte en condiciones espantosas de más de treinta y cuatro migrantes que cayeron de la valla y fueron golpeados por la policía marroquí y faltos de asistencia por la Guardia Civil española.

Magdalena Morales Valverde RA