Bautismo del Señor

 

Lectura del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7

Celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús, verdadero Hijo de Dios, se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Es una fiesta importante porque con ella despedimos el tiempo de Navidad y comenzamos el tiempo ordinario. Con la certeza de que Dios está con nosotros.

La lectura de este fragmento del libro del profeta Isaías, que es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé nos sitúa delante del siervo. ¿Qué significa siervo?  aquí es un título honorífico. En la Biblia se llama "siervo" a personas físicas como a Abraham, a Moisés y a David. También se da este nombre a todo el pueblo de Israel. El siervo es especial, es el elegido, es el Hijo. El Señor lo sostiene, es amado y el predilecto de Dios. Es en quien el Padre se complace. Jesús es el Señor. Además, cuenta con el Espíritu, con el Ruah. Yahvé le ha revestido. Este Espíritu le dirige y le fortalecerá en la misión. Misión que Jesús va a comenzar después de haber recibido el bautismo de Juan.

Pongamos nuestros ojos, siguiendo la lectura de Isaías, en ver como es Jesús.

Es todo suavidad y ternura. Un pábilo es esa llama débil que lucha por seguir encendida pero que cualquier golpe de aire la puede apagar. El Hijo no lo hará. Tampoco quebrará la caña débil. Esa suavidad continua en su predicación. Si el Siervo ha nacido en un pesebre luego en su vida pública no sería coherente que alzara la voz. El Siervo nos muestra su ternura para con los más vulnerables.

Por dos veces sale en el relato que la liturgia nos propone para hoy como el Siervo es sostenido y tomado por Dios con su mano. Es el Dios que ha guiado al pueblo con mano poderosa y brazo extendido y ahora continua con la vida del Hijo, que va a comenzar su misión. La misión del siervo de Yahvé es sentenciar justicia y llevar el derecho a las naciones (Lc 2, 21-35). Con Él comienza un nuevo orden. El Siervo será luz para las naciones. Luz que los ciegos podrán contemplar ya que sus ojos se abrirán. Los que viven en las tinieblas de las prisiones y de las mazmorras podrán ver la luz. Dios no nos ha creado para ser ciegos hemos sido creados para ver. No nos ha creado para vivir en la oscuridad, sino en la luz. Ahora podemos volver a pasar por el corazón todas las Palabras que durante el tiempo de Navidad han mencionado al Emmanuel como luz (Jn 1,4).

Conociendo que Dios camina con nosotros, pongamos nuestra esperanza, renovada a la luz de nuestras promesas bautismales, en el seguimiento del Siervo, el Hijo. Comencemos con determinada determinación este tiempo ordinario, pero sabiendo que tenemos un Siervo, un Hijo, que va a dar la vida por cada uno de nosotros.

 

 

 

Ana Alonso, r.a.

Asunción Cuestablanca